Esta noche, en el salat del tarawih, recitamos las conocidas aleyas de la Sura de las Mujeres en las que Allah habla sobre el salat: menciona la opción de acortar el salat durante el viaje y luego, de manera clara y concisa, describe el conocido como salat del miedo, el salat de aquellos que están frente al enemigo en el que una parte se queda con sus armas mientras la otra reza y a la mitad de la oración se cambian… Y termina esta serie de aleyas diciendo Allah, Ensalzado Sea: “Ciertamente el salat es para los creyentes, un precepto en tiempos determinados”.
Me quedé reflexionando y por la noche, al llegar a casa, me senté a escribir estas palabras. Cerraba los ojos y veía ante mi dos ejércitos, en tensión y listos para entablar el combate, con las espadas envainadas pero preparadas, con los arqueros revisando las cuerdas de sus arcos, con los vigías atentos al primer movimiento del enemigo. Y entonces, llega la hora; ¿la hora del combate? No; llega la hora del salat.
Y ocurre algo maravilloso, algo impensable, algo increíble, algo que aún ahora cuesta asimilar: y es que uno de los ejércitos se divide en dos, una mitad se queda con las armas en la mano, con las espadas, los escudos, las lanzas y los arcos, y la otra mitad las deja en el suelo; y se retiran de la primera línea para situarse detrás de su líder, su general, su Profeta y hacer la oración tras él. Luego, éste se queda sentado permitiendo que los demás completen su oración; cuando lo hacen dan el relevo a la mitad del ejército que vigilaba y estos se apresuran a unirse a su líder, su general y su Profeta para completar la oración con él.
Estaban cumpliendo con un pilar del Islam, estaban cumpliendo con la oración y lo hacían incluso teniendo al enemigo enfrente dispuesto a atacarles en cualquier momento. Esos eran hombres y mujeres comprometidos con su Señor y ay de nosotros que por cualquier cosa, las cosas más banales e inútiles, por las excusas más superfluas, dejamos pasar el salat y no sentimos tan siquiera el más mínimo arrepentimiento en nuestro interior.
¿Por qué hacían eso los Sahaba? Porque sin lugar a dudas conocían a Allah, tenían conocimiento de su Señor, Lo amaban y su deseo era complacer a su Amado; algunos lo hacían por obligación, pero la gran mayoría de ellos lo hacían porque amaban a Allah y su gran deseo, era complacer al Amado.
Lo hacían porque conocían el valor del salat, porque sabían la recompensa que posee, porque sabían el bien que encierra, porque no querían, por nada del mundo, que la recompensa del salat se les fuera entre los dedos; ni siquiera teniendo delante al enemigo.
Y es que el salat es la piedra angular de nuestro Din; junto con las dos Shahadas son los pilares sobre los que se edifica el maravilloso edificio del Islam, es el secreto del éxito, es el origen del triunfo, es fuente de reflexión, de recogimiento, es el momento en el que el siervo está más cerca de su Señor, es el momento de la conversación íntima entre el siervo y su Señor.
Es lo primero por lo que será preguntado el siervo en el Día dela Rendición de Cuentas, siendo de los triunfadores si fue consciente y firme en su salat, o siendo de los perdedores si fue holgazán y negligente en su salat. Oh Allah te pedimos que nos des fuerza y sinceridad para establecer la oración en nuestras vidas y hacer que nuestras vidas giren en torno al salat.
Uno de los aspectos más maravillosos del salat es cómo fue establecido, cómo se hizo obligatorio. El resto de actos de adoración se hicieron obligatorios mediante un vínculo, mediante un eslabón en la cadena entre Allah y Su Mensajero; dicho eslabón, dicho vínculo era el ángel Ŷibril, alaihi salam, con la Revelación. Pero esto no ocurre con el salat, el salat se hace obligatorio directamente, sin vínculo, sin medio alguno; de Allah a Su Mensajero, del Amado al amante, dirigido a todos aquellos que aman al Amado y al amante.
El salat es un río que pasa por nuestra puerta y en el que, a lo largo del día y de la noche, nos lavamos cinco veces no permitiendo que quede en nuestro cuerpo ningún tipo de mancha y de impureza; por eso, al poner esta metáfora, el Mensajero de Allah, salla allahi alaihi wa sallam, dijo: “Lo mismo ocurre con las cinco oraciones obligatorias; Allah borra las faltas gracias a ellas”. Esto es para nosotros el salat.
El salat posee un elemento purificador, es lo que purifica nuestro tiempo. Sabiendo que el zakat purifica nuestra riqueza, pues al pagarlo es como purificamos y limpiamos nuestra riqueza, del mismo modo mediante el salat purificamos y limpiamos nuestro tiempo. Ya que cada día, cinco veces, damos de nuestro tiempo, un tiempo que necesitamos para vivir, para trabajar, para descansar, para lo que sea, renunciamos a ello, damos aquello que poseemos de más valor, que es nuestro tiempo, lo entregamos ─como entregamos el zakat─ y con ello purificamos nuestro tiempo, y por ello Allah pone baraka en nuestro tiempo.
El salat es nuestro cinturón de seguridad, es lo que nos mantiene conectados a nuestro Señor, es el vínculo que nos mantiene unidos a Él, es lo que en momentos concretos del día y de la noche nos hace reconocer nuestra servidumbre a Él, es el mejor medio para reconocer que Él es nuestro Señor.
El salat es la diferencia entre el creyente y el incrédulo, y es el lugar en el que se encuentra paz, tranquilidad y sosiego. El salat es el momento en el que el siervo habla con su Señor; y se suele decir entre la gente de conocimiento que si quieres hablar con Allah haz el salat y si quieres que Allah te hable, recita y estudia el Corán.
Todo esto y mucho más es el salat. Pero todo esto, porque sabe el valor y la importancia que tiene, es lo que el Shaytán intenta corromper, todo esto es lo que nuestro propio nafs intenta impedir que consigamos y alcancemos; por eso debemos saber que toda excusa que nos ponemos a nosotros mismos para no hacer el salat a su tiempo, son parte de las artimañas del Shaytán y son parte de los susurros de nuestro nafs. Hacer el salat en su tiempo es vencer al nafs y al Shaytán; y recordad que los Sahaba lo hacían incluso teniendo a sus enemigos frente a ellos, deseando desenvainar las espadas y lanzarse en una violenta carga contra ellos.
Ese susurro del Shaytán, esas incitaciones de nuestro nafs, esas excusas que tan a menudos nos ponemos, son nuestros enemigos hoy en día; y en nuestras manos, y sólo en nuestras manos, y con el permiso y la voluntad de Allah, con la sinceridad y la paciencia como armas, tenemos la capacidad de vencerlos.
Te pedimos, oh Allah, que en este mes de Ramadán nos hagas comprender la importancia del salat y nos des fuerzas para establecerlo correctamente en nuestros días. Amin.
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Fátima
22 mayo, 2018 at 22:20AMIN