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Reflexiones tras una noche de Tarawih

El mes de Ramadán, como todos sabemos, es el mes del Corán, es el mes del Tarawih, es el mes en el que fue revelado y es el mes en el que muchos de los musulmanes del oriente y el occidente estrechan su relación con el Libro de Allah. Y es que ciertamente en el Corán encontramos maravillas que nunca cesan; tal y como dice el Qadi ‘Iyad: “No aburre a quien lo recita y el que lo escucha no lo rechaza; por el contrario, la dedicación en su recitación lo aumenta en dulzura y su repetición hace que uno lo ame, nunca deja de ser nuevo y fresco. Hay muchas palabras que, aunque intenten alcanzar gran nivel en belleza y retórica, aburren con la repetición y producen aversión si se reiteran. En cambio, en nuestro Libro se encuentra placer cuando se está a solas con él y es compañía en los momentos difíciles de una manera que no se encuentra en los demás libros; hasta tal punto es así, que nuestros compañeros han tenido que crear para ellos tonos y modos, con los que intentan atraer su ánimo para recitarlos”.

Y por ello el Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz, describe el Corán como: “No se desgasta con la abundancia de la repetición, ni se terminan sus lecciones, ni se agotan sus maravillas; él es la distinción que no es en broma, ni se hastían de él los hombres de conocimiento, ni se desvían con él los deseos, ni se confunden con él las lenguas; él es aquello que los genios no habían terminado de oírlo cuando dijeron: ‘En verdad hemos oído una recitación maravillosa que guía a la rectitud’”. (Sura de los Genios, 1-2).

Y esto es cierto. Por muchas veces que hayas leído, recitado y tratado de comprender el Corán; cada vez que lo escuchas obtienes algo nuevo, ya que se dice que depende del estado de la persona que se obtenga una lección u otra; y esto es lo que me ha ocurrido a mí con unas aleyas de sobra conocidas, pero que hasta ayer por la noche, en el salat del tarawih, no me habían llegado tanto; son las aleyas de la Sura de la Familia de ‘Imran, en las que Allah, Ensalzado Sea, dice: “Acudid prestos hacia un perdón de vuestro Señor y un Jardín cuyo ancho son los Cielos y la Tierra, preparado para los temerosos (de Allah). Esos que dan en los momentos de desahogo y en los de estrechez, refrenan la ira y perdonan a los hombres. Allah ama a los que hacen el bien”.

Esto es una muestra clara de la inmensa y tremenda generosidad de Allah: nos habla del Jardín, un Jardín cuyo ancho son los cielos y la Tierra; y comentando el significado de esto Ibn ‘Abbas, el conocido como ‘el intérprete del Corán’, dijo: “Se extienden los cielos y la tierra como se hace con las prendas, poniendo uno al lado de la otra y la anchura que resulta es igual a la anchura del Jardín. Eso es en lo que se refiere a su ancho, y su largo sólo lo conoce Allah”.

A este Jardín, en el que hay deleites y disfrutes que los ojos nunca han visto, los oídos no han escuchado y los corazones no han tan siquiera imaginado, es a los que nos llama Allah, esta recompensa es la que quiere Allah para nosotros, y por eso nos dice que acudamos prestos, que vayamos rápidamente, que no nos entretengamos a la hora de buscar y pedir Su Perdón, que no dejemos que los asuntos de Dunia se apoderen de nuestro corazón hasta tal punto que nos hagan olvidar el Jardín y la Próxima Vida; que el mal que hayamos hecho lo repongamos y pidamos perdón, que por mucho que haya sido el mal que hayamos cometido, no desesperemos, pues el Perdón de Allah, al que Él nos llama y que Él desea que alcancemos, es más grande. Por eso el Imam Ash-Shafi’i’ dijo en un verso magistral: “Me impresionaron la inmensidad de mis malas acciones, pero cuando las comparé con tu Perdón, oh Señor, vi que tu Perdón era aún más grande”.

¿Y cuál es el camino que debemos transitar para alcanzar el perdón de Allah y el Jardín? El que Él mismo menciona: el camino de la generosidad, el camino de la sadaqa, el camino de dar sin esperar recibir nada cambio, el camino de dar aunque estés en necesidad; y no tiene por qué ser sólo riqueza, que realmente es lo más importante, pero también se refiere a dar nuestro tiempo, nuestras palabras, nuestro consuelo, nuestros consejos, nuestro apoyo y nuestra dedicación. Es dar algo que posees sin esperar recibir nada cambio, hacerlo única y exclusivamente por Allah, tal y como hacemos el ayuno: única y exclusivamente por Allah.

El siguiente paso del camino es maravilloso, pero tremendamente difícil. Kathmu al-gaidh, refrenar la ira. Contener el enfado, ser capaz de tragar esa bilis e ira que sientes subir por el estómago y la garganta y que está a punto de estallar. Ser capaz de contenerte o incluso, y este es el grado mas elevado, el grado del Mensajero de Allah, salla allahu alaihi wa sallam, al que todos debemos aspirar, ser capaces de que si alguien nos trata mal, si alguien comete una injusticia contra nosotros y se merece toda nuestra ira y enfado, contenernos y devolver el mal con el bien. Y entonces nuestros más acérrimos enemigos se convertirán en nuestros más ardientes amigos. Y el fuerte, el que es verdaderamente fuerte, no es el que tienen muchos músculos o el que posee fuerza física, sino que el verdaderamente fuerte, es el que es capaz de controlar su enfado, en el que es capaz de dominar su ira.

El siguiente paso, el siguiente aspecto que menciona Allah en estas aleyas, la siguiente condición para poder alcanzar el perdón de Allah y la recompensa del Jardín, es fácil de decir pero difícil de practicar, es ligera para la lengua pero pesada para el corazón; es el perdón a los hombres. Y es que perdonar a la gente, limpiar tu corazón de cualquier cosa que pueda haber, de cualquier residuo que pueda poseer respecto a otros, es la obra más grande de bien a la que podemos aspirar y es de las acciones más complicadas que podemos realizar, y esa es la razón de que su recompensa sea tan elevada.

Por eso estos dos aspectos, contener la ira y el enfado y perdonar a los hombres, van unidos, van juntos, porque son el elixir que convierte tus enemigos en amigos, es lo que hace que los separados se unan, lo que hace que los alejados se acerquen, es el modelo empleado por el Mensajero Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, y son el grado más elevado del Ihsan, el grado más elevado en la lucha contra tu propio nafs que te susurra, que te incita, que te dice: ‘te han hecho mal, te han tratado injustamente, te han maltratado, no te mereces esto…’

¡Tienes que vengarte! Esa voz es el nafs, que te llama y te incita insistentemente al mal, que te muestra el camino en el que solo hay cabida para ti mismo, el camino de la egolatría, el camino de los apetitos y las pasiones. Pero ese, amados míos, no es el camino del Jardín, no es el camino del Perdón de Allah, no es el camino que debemos transitar, pues ese camino sólo conduce a la dureza del corazón, a la enemistad y al extravío, tanto en esta vida como en la Próxima, y a Allah le pedimos que nos libre de ello.

El camino que debemos transitar si queremos alcanzar el Jardín es el que Allah nos presenta en estas aleyas, un camino al que debemos apresurarnos, un camino al que debemos acudir prestos sin que nada nos detenga, sin permitir que los obstáculos nos impidan recorrer este camino, pues este camino, el camino de la generosidad, el camino de la contención y el camino del perdón, conduce al mejor destino posible, conduce a un Jardín cuyo ancho son los Cielos y la Tierra.

¿Seremos capaces de hacerlo? Allah sabe, yo lo único que puedo hacer es pedirle sinceridad y fortaleza para transitar este camino. Amin

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