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El modelo del Mensajero Muhammad, saws

Hace unos días hablábamos sobre la futuwwah como modelo de conducta y comportamiento, y dijimos que el Mensajero Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam, es el mejor ejemplo porque él es la mejor descripción posible de la futuwwah, él es el mejor modelo de carácter y comportamiento; y Allah lo describe en Su Libro diciendo: Y estás hecho de un carácter magnánimo”.

Él es nuestro modelo, es el mejor ejemplo a seguir en nuestras vidas; y cómo no ha de serlo si toda su vida está impregnada del adab y la cortesía mas elevada. De hecho, en otra aleya Allah nos ordena que lo sigamos, que lo tomemos como ejemplo en cada uno de los pasos de nuestras vidas, que lo tomemos como modelo y por eso, cuando vayáis a hacer algo, preguntaros antes: ¿Esto es lo que haría el mejor de la creación, el Mensajero Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam?

¿Pero cómo era este noble hombre? Era de temperamento amable y de hermosos modales, que nunca insultaba ni despreciaba al pobre ni al enfermo. Era un hombre que atendía a todos por igual, fueran de la condición que fuesen, ricos o pobres, nobles o esclavos, ancianos o niños, hombre o mujeres, siempre tenía tiempo para los que lo necesitaban.

Era siempre el primero en saludar, incluso a sus enemigos más acérrimos. Era el primero en dar la mano y el último en retirarla. Era paciente con todos los que acudían a él en busca de consejo o ayuda, sin que le importara la ignorancia de los incultos o la tosquedad de los maleducados. En cierta ocasión, un beduino que acudió a él con una petición, le tiró tan bruscamente de la ropa que se la rompió arrancándole un trozo. Muhammad sonrió y dio al hombre lo que pedía.

Era considerado con los visitantes hasta el punto de cederles su propio sitio. Prestaba a cada invitado, a cada Compañero, una atención absoluta de manera tal que todos, sin excepción, se sentían los más honrados y queridos. De todos los hombres, era el menos dado a la ira y el que con menos se complacía y contentaba. Los errores de sus Compañeros no eran mencionados; al contrario, los ocultaba y nunca culpaba o amonestaba a nadie. Su criado Anas estuvo con él diez años, y durante este tiempo Muhammad no le llamó la atención una sola vez, ni siquiera para preguntarle por qué había hecho algo o por qué había dejado de hacerlo. Este era Muhammad Ibn ‘Abdullah, sallallahu alaihi wa sallam.

Era un hombre sencillo, sin ambiciones por Dunia y sus placeres; le ofrecieron grandes riquezas, poder, mujeres, todo lo que pudiera desear con tal de que dejara de llamar a la gente a Allah, y él lo rechazó todo. No le movía la riqueza, no le movía este mundo, no le movían los placeres pasajeros; lo que movía su corazón era el amor a Allah; por eso, nunca se enfadaba por los asuntos personales de este mundo; pero cuando se irritaba por algo relacionado con Allah, cuando se traspasaban los límites de Allah, nada se interponía en su camino.

Era un hombre que amaba la cercanía de sus Compañeros. Cuando no estaban, preguntaba por ellos; cuando enfermaban, iba a visitarlos, y disfrutaba enormemente escuchando buenas noticias acerca de ellos. Se esforzaba por hacerles fáciles las cosas, pedía por ellos, los escuchaba, les prestaba atención, atendía todas sus necesidades y constantemente los animaba, elevaba sus anhelos y ambiciones, los llamaba y guiaba hacia lo correcto, hacia la bondad y hacia el buen trato y la cortesía.

Era un hombre de excelente trato con sus mujeres, el de mejor trato con ellas. Era bondadoso y generoso, las ayudaba en todo lo que podía, se preocupaba por ellas, compartía parte de las tareas del hogar, les dedicaba su tiempo y atención; no se enfadaba cuando alguna hacía algo incorrecto, sino que las perdonaba y olvidaba porque, si en su noble corazón no había lugar para el odio y el rencor hacia sus enemigos, ¿cómo iba a haberlo, pues, con respecto a sus esposas?

Era un hombre tremendamente generoso, hasta tal punto que cuando le pedían algo nunca decía que no. En cierta ocasión, a un beduino que insistía en pedirle más y más, siguió dándole ovejas hasta que llenaron un valle entre dos montañas. El hombre quedó anonadado y cuando volvió a su gente les dijo: “Aceptad el Islam, pues Muhammad da sin temor a la pobreza”. Nunca se iba a la cama hasta que todo el dinero de su casa había sido distribuido entre los pobres y necesitados. Así como era generoso con sus pocas posesiones, era generoso consigo mismo, dando sin cesar consejo, ayuda, amabilidad, perdón y un amor excelente. Este es el Sello de los Profetas, el último Mensajero, el esclavo de su Señor: Muhammad. Ibn ‘Abdullah, sallallahu alaihi wa sallam.

Nuestro amado Profeta, Muhammad, sallallahu alaihi wa sallam, ha sido, es y será el ejemplo perfecto para nosotros, hagamos lo que hagamos. Lo es en nuestras relaciones entre nosotros, con nuestras esposas, con nuestros amigos, con nuestros enemigos, con los cercanos y los lejanos, con los mayores y los pequeños, con los hombres y las mujeres y, por encima de todo, es un ejemplo en nuestra relación con Allah.

Él nos ha enseñado cómo y cuándo purificarnos, cómo y cuándo postrarnos ante Allah, cómo y cuándo ayunar, cómo y cuándo dar. Nos ha enseñado cómo acercarnos a Allah y nos ha advertido de todo lo que puede alejarnos de Él, subhanahu wa ta’ala. Él dirigía la oración ante sus Compañeros; y en la soledad e intimidad de su hogar, se levantaba para hacer la oración por la noche, hasta tal punto que sus pies se hinchaban y agrietaban por el esfuerzo; y cuando fue preguntado por qué lo hacía, respondió: “¿Acaso no he de ser un siervo agradecido?”

Y todo esto lo hacía de tal manera, con tal amor y misericordia, que los que le trataban, por muy enemigos que fueran, no podían más que admirarle. Sus Compañeros le amaban de tal manera que lo anteponían a sus propias familias, posesiones e incluso a sí mismos. Por eso, no dudaban a la hora de sacrificar sus vidas y posesiones por él, por eso Sayyiduna Abu Bakr no dudó en poner su pie en el agujero de una serpiente, aunque le mordiera ─que le mordió‒, con tal de que no se despertase Muhammad, que estaba durmiendo a su lado; por eso, Sayyiduna ‘Ali no dudó en acostarse en su cama, a pesar de saber que los Quraish entrarían para asesinarle durante la noche; por eso, cuando la noble Sahabiya Jansa, que perdió a sus tres queridos hijos en una de las batallas y a pesar del dolor que ello le producía, nada le importó, excepto que su Amado Profeta estuviera bien; por eso, cuando los Quraish apresaron a Zaid Ibn Dazinnah e iban a acabar con su vida, en el último momento, antes de cortarle la cabeza, le preguntaron: “Oh Zaid, ¿no preferirías que Muhammad estuviera ahora en tu lugar para cortarle la cabeza y tú estar tranquilamente con tu familia?” ¿Qué respondió este noble Sahaba, que había sido testigo del amor y la misericordia del Mensajero de Allah? Dijo: “Por Allah, que no desearía que Muhammad, estando en el lugar en que esté ahora mismo, se viera afectado por la molestia de una espina mientras yo estoy tranquilamente con mi familia”.

Todo esto no son más que unos breves ejemplos del amor que tenían sus Compañeros por el Mensajero, y no son más que el fruto del comportamiento, amor y misericordia con los que él los trataba. ¡Y qué maravilloso y elevado es su amor!

Y es que sallallahu alaihi wa sallam es nuestro modelo, su carácter y comportamiento es el corazón del Islam, es la puesta en práctica del Corán; seguidle e imitadle en todo lo que podáis, aferraos a su Sunna, no tanto en palabras sino más bien en comportamiento, tomadlo como referencia en cada paso de vuestras vidas; y entonces sin duda alguna le amaréis, con un amor real, con un amor sincero, con un amor que, con el permiso de Allah, nos llevará a reunirnos con él en el lugar mas elevado del Jardín.

Oh Allah te pedimos que así sea. Amin

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