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Sobre el «qué dirán»

El pasado viernes hablaba con esa persona muy querida para mí sobre la interpretación del Corán, sobre el Tafsir. La conversación giró en torno al movimiento, cada vez más extendido, que defiende que cada uno ha de hacer su propia interpretación del Corán en base a lo que le dicten su razón y su corazón. Respecto a este tema mi opinión es muy clara: es un peligro tremendo que debemos evitar por todos los medios posibles, ya que termina conduciendo a crear un Din de diseño, en el que hago lo que me conviene y el resto lo interpreto de la manera que me resulta más apropiada, y que Allah nos libre y nos proteja de ello. Amin

Pero no me he sentado hoy delante del ordenador para hablar sobre esto, ya que es un tema que creo recordar que ya he tratado en otras ocasiones y que personas mucho más capacitadas que yo han tratado extensamente. De lo que sí me gustaría hablar, es de algo que va muy unido a esto, algo que está considerado como una de las enfermedades del corazón: el miedo, el rechazo y la aversión a las críticas.

Y es que las críticas no son algo que, como seres humanos, aceptamos de forma natural, son algo duro para nosotros. Y por ello, parte de nuestra naturaleza es rechazarlas. Nuestra tarea consiste entonces en luchar contra esa naturaleza, contra ese nafs que nos embellece todo lo que hacemos y que nos impide ver y reconocer lo que hemos hecho mal.

Pero el principal problema no es este, no es el rechazar las críticas; esto es parte del problema, pero no es el principal. El problema principal, y realmente peligroso, es que a la vez que rechazamos las críticas hacemos otra cosa; y ¿sabéis qué es, no es cierto? Efectivamente; a la vez que rechazamos las críticas, buscamos y anhelamos la alabanza y la aprobación de la gente.

Este es el gran problema; lo que nos importa y nos preocupa es lo que dirán los demás sobre nosotros, y eso conduce a hacer y decir las cosas para complacer a los demás, para complacer a otros, y eso nos lleva a olvidarnos de que al único que debemos complacer es a Allah, subhanahu wa ta’ala, pues si Él está complacido con nosotros, eso es lo que nos abrirá las puertas del Jardín.

Este gran problema es, como hemos dicho previamente, una de las enfermedades del corazón, ya que hace que guiemos nuestras acciones basándonos en el “qué dirán”, hace que el baremo con el que midamos nuestras acciones sean las alabanzas de la gente, o el temor a la crítica y sus reproches, sin tener en cuenta a quién, de verdad, deben complacer esas acciones. Y es que cuanto más nos preocupamos por cómo serán recibidas nuestras acciones por la gente, mas nos olvidamos de Allah y de Su Guía.

En el Mensajero de Allah y sus Compañeros tenemos un maravilloso ejemplo de cómo lo que conducían y guiaban sus acciones era la complacencia de Allah y no la alabanza de la gente. En muchas ocasiones tomaron decisiones que no gustaban a la gente, que incluso podían causar rechazo, pero que ellos sabían que esa acción complacería a Allah y entonces, sin miedo al “qué dirían” de ellos la gente, lo hacían.

Como musulmanes tenemos una gran responsabilidad: la Ummah del Islam es la mejor de las comunidades siempre y cuando cumplan con una condición; dice Allah en Su Libro: Sois la mejor comunidad que se ha hecho surgir para (bien de) los hombres. Ordenáis lo reconocido, impedís lo reprobable y creéis en Allah”.

La condición fundamental para ser la mejor Ummah es ordenar lo reconocido e impedir lo reprobable; es decir, llamar a la justicia, a lo correcto, a lo que Allah quiere; e impedir lo reprobable, luchar contra la injusticia, contra el mal, contra la corrupción sobre la tierra. Ya que cuando dejamos de hacerlo, cuando dejamos de ser firmes en esto y pasamos la mano como si no fuera nada malo, ─lo que en la gran mayoría de los casos, ocurre porque nos guiamos por el “qué dirán” de nosotros los demás─ lo que hacemos realmente es ampliar los límites cada vez más, vamos cediendo y cediendo hasta que la inmoralidad y la desvergüenza se asientan entre nosotros.

Para luchar contra esto debemos ser muy firmes a nivel comunitario, pero debemos serlo todavía más a nivel individual, sobretodo la gente que posee algún grado de autoridad, ya que esta es la gente que más firme debe ser en no hacer o decir las cosas para complacer a los demás.

Y la mejor forma para vencer ese deseo de alabanza o miedo a la crítica y al rechazo, que conduce a complacer a la gente solamente, es saber y comprender que no hay beneficio ni daño salvo el que viene de Allah, ya que Él es el Único que tiene poder para beneficiar o para perjudicar. An-Nafi’ y Ad-Dar son nombres de Allah y son exclusivos de Él, nadie más que Él, subhanahu wa ta’ala, los posee. Sólo Allah puede beneficiar y sólo Él puede permitir el daño. Si tú únicamente estás preocupado por “qué dirán” de tí los demás, entonces has de saber que estás muy alejado de la realidad.

No dejemos entonces que el “qué dirán” sea lo que guíe nuestros pasos, ni en lo bueno ni en lo malo; no debemos temer sus críticas por decir la verdad, pues nos llevará a no decirla; ni tampoco buscar sus alabanzas, pues todo eso nos llevará a ampliar los límites sin vergüenza alguna.

Y para cumplir con todo esto es necesaria una cualidad por encima de las demás, una cualidad clave que sin ella no podremos vencer esa vocecita en nuestro interior que nos llama a buscar el elogio de la gente y a hacer lo que sea para conseguirlo. Esa cualidad es la sinceridad. Sin ella, creedme, estamos perdidos. Como dijo el Imam Al-Maulud:

 

La perfección de la sinceridad es no prestar atención

a cualquier elogio o crítica que provenga de la gente

 

Oh Allah te pedimos que nos des sinceridad. Amin

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