Ya que estamos a las puertas del mes de Ramadán, el mes del ayuno y del Corán, me gustaría escribir algo de lo que significa este mes, del valor que tiene ante Allah y de la importancia que tiene para nosotros los musulmanes, una importancia que no radica en el ayuno en sí. Lo que hace importante a este mes no es el hecho de ayunar, es el hecho de que Allah lo ha preferido y escogido por encima del resto de los meses del año y, para darle esa posición, ha ordenado que a lo largo de todo este mes, los musulmanes ayunen.
Se ha transmitido del noble compañero, Salman Al-Fârisî, que en el último día del mes de Sha’bân (el mes anterior a Ramadán), el Mensajero Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, se dirigió a sus compañeros diciendo:
“¡Oh gente! Os ha llegado un mes grande y bendecido, un mes en el que hay una noche que es mejor que mil meses; un mes en el que Allah ha hecho obligatorio ayunar y en el que ha dispuesto como acción voluntaria pasar la noche en oración. El que ayuna durante este mes, se acerca a Allah con una buena acción voluntaria, es como aquel que hace una acción obligatoria fuera de este mes, y su acción equivale a hacer setenta acciones obligatorias en cualquier otro tiempo. Es el mes de la paciencia inalterable y su recompensa es el Jardín. Es el mes en el que se debe dar con generosidad, y es el mes en el que se incrementa la provisión del creyente. Si alguien da al que ayuna algo para romperlo, obtendrá el perdón por sus malas acciones y se le librará del Fuego; y además tendrá la misma recompensa que a quien da de comer, sin que ello disminuya sus recompensas en modo alguno”. (Sahih ibn Juzaymah).
Este noble mes, este noble invitado está a nuestras puertas, está llamando ya, está a punto de llegar y, como todo invitado, requiere de los anfitriones ─nosotros en este caso─ un trato especial.
Como invitado nuestro debemos honrarlo; en primer lugar absteniéndonos de comer, beber y mantener relaciones sexuales desde faŷr hasta maghreb; pero este no es el único aspecto que debemos tener en cuenta con nuestro invitado, ya que si lo reducimos únicamente a esto estaremos siendo injustos y no estaremos cumpliendo con todos los derechos que le son debidos a nuestro invitado.
Entre estos derechos encontramos también controlar nuestra lengua, nuestros oídos, nuestros ojos y el resto de miembros del cuerpo de todo tipo de mal, de cualquier tipo de obscenidad, de todo aquello que pueda perjudicar nuestro estado de entrega y de acercamiento a Allah.
Porque ciertamente, y este es uno de los aspectos más maravillosos del mes de Ramadán, es que en él Allah nos está dando la oportunidad de acercarnos a Él, pone a nuestra disposición los medios que nos garantizan una cercanía a Él; y por eso encadena en este mes a los shayatin, como dijo el Mensajero Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, en un hadiz sahih.
Esos enemigos del hombre que constantemente nos susurran y nos incitan al mal, esos enemigos que nos embellecen las cosas que serán perjudiciales para nosotros el Día de la Rendición de Cuentas, esos enemigos están encadenados, están atados y apresados, y Allah lo hace así porque Su Generosidad hacia nosotros es inmensa, para facilitarnos el camino, para allanarnos los obstáculos que encontramos a menudo en nuestro transitar, para facilitarnos el medio de acercarnos a Él.
Esos enemigos ya no están; pero el que sí está y permanece, es el enemigo mayor del hombre: su propio nafs, su propio ego. Un enemigo al que no ves, un enemigo que está constantemente contigo, que es parte de tu propio ser y que para vencerlo hace falta una gran dosis, una dosis enorme de sinceridad. Por eso Ramadán es conocido como el mes de la sinceridad, pues no hay acto de adoración mas sincero que el ayuno, y por eso el Mensajero Muhammad, salla allahu alaihi wa sallam, dijo en un hadiz qudsi transmitiendo de Su Señor: “Todas las acciones del hijo de Adam son para sí mismo excepto el ayuno. Es Mío y Yo lo recompenso”.
Pero el nafs del ser humano, ese enemigo que todos poseemos en nuestro interior, nos tienta con la comida y la bebida. Y ¿cómo lo vencemos? Con sinceridad, con sinceridad hacia nuestro Creador, sabiendo que Él está más cerca de nosotros que nuestra propia vena yugular, sabiendo que Él es testigo de todas nuestras acciones. Y al hacerlo, al vencer nuestro instinto más natural, que es la comida y la bebida, ese instinto que lleva al recién nacido a buscar el pecho de su madre para alimentarse, estaremos alcanzado una recompensa que no tiene límites y nos estaremos acercando al rango de los ángeles cercanos a Allah.
Ya que, como dice el Imam al Ghazzali, en su conocido libro ‘Ihya ulum ad-din’, el ser humano está un rango por encima de las bestias, de los animales, pues Allah le ha dotado con la luz del intelecto; y es este intelecto, cubierto con sinceridad, lo que le permite controlar sus instintos y abstenerse de comer y de beber durante el día.
Pero al mismo tiempo está un rango por debajo de los ángeles, pues ellos no tienen esos apetitos; pero si el hombre es sincero e inteligente y es capaz de controlar sus instintos y apetitos, entonces, luchando contra su propio nafs, se estará alejando cada vez más de las bestias y acercándose al rango de los ángeles cercanos a Allah. Y estará alcanzando uno de los regalos más grandes que se puede alcanzar, que es el amor y la complacencia de Allah. Y todos sabemos lo que alcanza el que es amado por Allah ¿no es cierto? Cuando alguien alcanza el amor de Allah, Allah es para él la mano con la que agarra, los pies con los que camina, los ojos con los que ve y los oídos con los que escucha.
Y esto, amados míos, es lo que podemos alcanzar en el mes de la sinceridad, en el mes de la paciencia, en el mes del Corán, en el mes de Ramadán. Lo haremos si somos capaces de honrar y tratar adecuadamente a nuestro invitado, si somos capaces de ser generosos con nuestro tiempo y nuestra riqueza hacia los más necesitados, si ayunamos durante el día y hacemos oración durante la noche, si dedicamos nuestro tiempo al aumento y la adquisición del conocimiento, si dedicamos sus horas a la reflexión y a la súplica, si vencemos a nuestros nufus y nos acercamos a Allah.
¿Vamos a ser capaces de aprovechar esta oportunidad que Allah nos brinda con Su inmensa Generosidad y Misericordia? ¿Vamos a ser de aquellos que ayunan el mes con anhelo y esperanza y por eso nuestras faltas serán perdonadas? ¿O vamos a ser de aquellos que el Mensajero de Allah describe como esos que del ayuno sólo obtienen hambre y sed por no reconocer lo que es Ramadán y por no honrar como debe ser honrado este noble invitado?
La decisión es de cada uno de nosotros, obtendremos del Ramadán aquello que queramos obtener: o cercanía a Allah y una inmensa recompensa, o hambre, sed y dificultad. Y Allah le pido que nos haga ser de los que aprovechan este noble mes y entran en el Jardín por la puerta de Ar-Rayyan, la puerta del Jardín por lo que entrarán los ayunantes sinceros.
Amin
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17 mayo, 2018 at 12:09