Musulmanes, os exhorto a que tengáis Taqwa de Allah y a que Le obedezcáis en todo aquello que os ordene, pues ciertamente ese es el camino que conduce al éxito y al triunfo en esta vida y en la Próxima.
Siervos de Allah, ciertamente uno de los aspectos que nos diferencia o, mejor dicho, que debería diferenciarnos como musulmanes del resto de la gente es la sinceridad, la sinceridad a la hora de adorar a Allah, subhanahu wa ta’ala, ya que la sinceridad es la condición para que nuestras acciones sean aceptadas. En estos días, en los que estamos siendo testigos en nuestras calles de unas muestras de fervor religioso incontenido, es muy necesario que nos recordemos unos a otros el valor y la importancia de la sinceridad, la sinceridad en todas nuestras acciones; pero, sobre todo, la sinceridad a la hora de adorar a Allah, ya que como Él dice en Su Libro: “No se les había ordenado sino que adorasen a Allah, rindiéndole sinceramente la adoración”.
La sinceridad es fundamental en todos nuestros actos y, sobre todo, en nuestra adoración. ¿Para complacer a quién hacemos las cosas? ¿A quién realmente queremos complacer con lo que hacemos? Es posible que, en apariencia, dos personas hagan la misma acción y que el esfuerzo y la dificultad sean iguales, pero, sin embargo, uno obtenga por esa acción recompensa y el otro no la obtenga, o puede incluso que, por esa misma acción, se granjee un castigo. Todo depende de las intenciones y los objetivos que cada uno persiga. Por muy bonita que sea la acción que realice, por muy digna de alabanza que sea, por mucho que le haya costado hacerla, si no hay sinceridad, se convierte en un espejismo.
Entre dos caminos perversos como son la ostentación y el shirk, está el camino de la sinceridad. A quien logre que su intención sea sincera y verdadera, aunque solo la haga para sí mismo en su interior, es decir, al que alcance el grado de la sinceridad, Allah le cubrirá en los asuntos que hay entre él y el resto de los hombres, y no solo eso, sino que le dará facilidad en sus asuntos, le abrirá las puertas del bien y le dará el sosiego en esta vida y en la Próxima. Por eso, la sinceridad y la pureza de la intención son las llaves que abren todas las puertas del bien.
Existe una preciosa historia que encontramos en el Ihya ‘Ulum Ad-Din, del Imam al Yunaid; en la que se narra que había un hombre bueno, que adoraba con sinceridad a Su Señor; cierta día vino su gente diciéndole que en tal lugar la gente adoraba un árbol y hacían shirk de Allah. El hombre se enfadó muchísimo y cogió un hacha para cortar el árbol. En el camino vino hacia él Iblis, que Allah lo maldiga, habiendo adoptado la forma de un débil anciano. “¿A dónde vas?” le preguntó. “Voy a cortar el árbol que la gente adora en vez de adorar a Allah”. “No te lo permitiré”; y entonces forcejearon entre ellos hasta que el hombre recto venció derribando al suelo a Iblis y poniéndose sobre él. Estando así dijo Iblis: “Te voy a ofrecer algo que es mejor para ti; tu eres pobre, no tienes dinero, no tienes nada. Si no cortas el árbol yo te daré cada día dos dinares”. El hombre estuvo de acuerdo. Al primer día recibió sus dos dinares, al segundo día recibió sus dos dinares pero al tercer día no recibió nada. Entonces se enfadó de nuevo, volvió a coger su hacha y se dirigió a cortar el árbol. Por el camino se encontró con el mismo anciano. ““¿A dónde vas?”. “A cortar el árbol”. “No te lo permitiré”; forcejearon y en esta ocasión el débil anciano venció y derribó al suelo al hombre. Este preguntó: “¿Por qué me has ganado hoy, si yo te vencí la otra vez?” A lo que respondió Iblis: “Porque la primera vez tu enfado fue por Allah, tu intención era sincera, querías complacerle a Él y Allah te dio fuerza sobre mi. Pero en esta ocasión te enfadaste por tus dos dinares y por eso, Allah no te dio fuerza sobre mi y te vencí tan fácilmente”.
En el corazón de un hombre no se pueden reunir la sinceridad junto al anhelo de ser elogiado por otros o el deseo de poseer lo que ellos tienen, de la misma manera que no se pueden reunir el agua con el fuego en un solo sitio, son aspectos incompatibles, o buscar complacer a Allah o buscar ser elogiado entre la gente, no puedes buscar las dos cosas al mismo tiempo; aunque lo que en muchas ocasiones ocurre es que haces algo para complacer a Allah y por ello eres recordado y elogiado entre la gente, pero eso es una muestra de que la acción está impregnada de sinceridad. La sinceridad es un camino claro y recto. Quien lo reconoce y transita por él está libre de Shaytán y de sus ejércitos, pues ese camino está bajo la protección de Allah. Por mucho que lo intente, Shaytán no puede extraviar a los siervos sinceros de Allah.
Dijo Imam al Yunaid: “La sinceridad es un secreto que solo Allah y el siervo conocen. No la conoce el ángel, y por lo tanto no la puede registrar; y no la conoce el Shaytán, y por lo tanto no la puede aminorar; ni tampoco la conoce el deseo vano del hombre, y por lo tanto no la puede desviar”.
Estas nobles y valiosas palabras de Imam al Yunaid nos muestran que el creyente no puede permitir que nada le aparte ni le distraiga de la sinceridad en todas las acciones, especialmente la sinceridad con su Señor. En consecuencia, lo que debemos hacer, la meta que nos debemos proponer, es apartarnos y distanciarnos de hacer las cosas para ser vistos, para ganar reputación o por hipocresía, pues el que caiga en ello se estará entregando a las redes del Shaytán.
El Mensajero de Allah, sallallahu alaihi wa sallam, dijo: “Hay tres cosas que no le cuestan al corazón del creyente: la sinceridad de las acciones ante Allah, obedecer a la gente de autoridad y aferrarse a la comunidad” (Hadiz de Tirmidhi).
Estas tres cosas purifican el corazón del creyente del rencor y el resentimiento, y apartarse de ellas causa la separación y la enemistad. La oscuridad que más llena de resentimiento al corazón es el shirk, y ciertamente el hacer las cosas sin que sean sinceramente por Allah tiene ciertos componentes de shirk. Salirse de la obediencia a la autoridad y alejarse de la compañía de los musulmanes son también razones que causan debilidad en la Ummah. Estas tres cosas llenan el corazón de rencor, de resentimiento, y lo hacen enfermar. La cura de estas tres cosas es la sinceridad, la buena intención, la buena disposición, el buen consejo y el ser firmes en la rectitud. También la búsqueda de conocimiento y enseñarlo, así como gastar la riqueza en buenas obras, pero a condición de que se haga con intención sincera y por una razón recta, ya que, si la intención es mala, cuando se realizan cualquiera de estas acciones y el propósito es otro distinto a la Faz de Allah, serán obras de la gente del Fuego, del que Allah nos libre y nos proteja. Amin.
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Siervos de Allah, ciertamente la sinceridad es lo que distingue nuestras acciones, lo que las hace ser aceptadas y que seamos recompensados o −si no hay sinceridad− que sean rechazadas y nosotros castigados. Y esto, que es lo que debe ser el termómetro de nuestras acciones, no tiene que ver con hacer mucho o hacer poco, no tiene que ver con activismo y hacer por hacer, no tiene que ver con justificar lo que haces o dejas de hacer, tiene que ver con la hikma. La sabiduría de todo el asunto es la sinceridad, el por qué lo hacemos.
El Mensajero de Allah dijo: “En verdad los ángeles elevan la acción de uno de los siervos de Allah y la adornan y la purifican hasta que llegan con ella hasta donde Allah quiere de Su dominio; y entonces Allah les inspira: ‘Vosotros sois los guardianes de la acción (externa) de Mi siervo, y Yo observo lo que hay en su interior; este siervo mío no ha sido sincero conmigo en su acción (no ha sido enteramente por Mí), así pues, inscribidlo en el Siŷŷin (en el Fuego)’. Y suben con la acción de otro siervo y la consideran poca cosa y la menosprecian hasta que llegan hasta donde Allah quiere de su dominio; y Allah les inspira: ‘Vosotros sois los guardianes de la acción de Mi siervo, y Yo observo lo que hay en su interior; este siervo mío ha sido sincero Conmigo en su acción (la ha hecho enteramente por Mí), así pues, inscribidlo en el ‘Iliyyin (en el Jardín)’”.
Por todo esto, la sinceridad es lo más despreciable y difícil para el nafs, ya que en la sinceridad no tiene cabida ni lugar el nafs de la persona; por eso es tan difícil de alcanzar la sinceridad, porque es la expresión más alta de nuestra relación con Allah; no hay ostentación, no hay búsqueda de posición ni de reconocimiento, no hay asuntos de esta vida, no hay riqueza ni pretensión, lo único que existe es hacer la acción, hacer las cosas por Allah.
Y el siervo que es capaz de implementar la sinceridad en su acción, el que es capaz de alejarse de todo lo demás, puede que no sea la persona más amada a los ojos de la gente, puede que no sea el más querido entre la gente −realmente entre la gente que no comprende la realidad de los asuntos y la importancia de las cosas−, pero al que así actúa, al que es capaz de ser sincero con Allah, que no le quepa duda alguna de que será uno de los escogidos y los amados por Allah, y entonces nada más debería importarle. Y no solo eso, sino que además Allah le dará facilidad en este mundo y le dará la posición más elevada en la Próxima Vida por la sinceridad que había en su corazón.