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Reflexiones viendo un partido de rugby

Hoy estaba viendo un partido de rugby en la televisión, (sí, lo confieso, me encanta el rugby), y el comentarista comenzó a hablar sobre un jugador. Un jugador brillante, de los más importantes del equipo, el que lleva la manija, el que hace jugar al resto de los jugadores. El que hace que el equipo juegue lanzado, conquistando fases, alternando delanteros con tres cuartos… si él está bien, el resto del equipo juega bien. Es el jugador clave del equipo.

Hablaba el comentarista sobre la trayectoria del jugador, y comentó que ya había recuperado su gran nivel de juego, pero que durante un año había tenido un bajón muy grande, que había perdido la visión, que no manejaba bien el equipo; y parece ser que todo se debía a un “affaire” que había tenido con una chica en un aeropuerto, y que eso y las repercusiones que tuvo (estamos hablando del rugby en Nueva Zelanda, que es como si aquí habláramos del futbol y de Messi) le habían hecho descentrarse y perder su sitio.

Hasta aquí puede que penséis ¿qué hace Ahmed hablando de rugby en un blog sobre el Islam y el conocimiento? Pues aquí viene la respuesta: y es la reflexión que hizo el comentarista, que dijo: “El jugador se llenó de soberbia y orgullo, y eso le hizo creerse que estaba por encima del resto de la gente”.

Nada más escucharlo me vino a la mente la historia del shaytán, y cómo es precisamente el orgullo, la vanidad y la soberbia lo que le impide postrarse ante Adam ‘alaihi salam, cuando Allah se lo ordena. Y es que el orgullo, esa enfermedad tan peligrosa y perversa del corazón, es uno de los grandes males contra los que debemos protegernos y ante los que debemos buscar refugio y pedir a Allah que nos proteja.

Ya no pude quitarme ese pensamiento de la cabeza en todo lo que duró el partido, empecé a darle vueltas a eso, a las enfermedades del corazón como el odio, la envidia, la ostentación, la jactancia, la avaricia, el rencor y, por supuesto, el orgullo. Y entonces recordé un verso de mi muy querido y nombrado Ibn ‘Ashir, en el que tras hablar sobre las enfermedades del corazón y todo el mal que encierran, menciona cuál es el origen de todas ellas y lo hace diciendo:

“Has de saber que el origen de todos estos males (de estas enfermedades del corazón) es el amor por el liderazgo (por el rango, el honor, la alabanza…) y el rechazo de la vida que ha de venir”.

El amor por el liderazgo, el querer ser alguien, el querer ser reconocido y alabado, el querer que se hable de uno mismo, ‘hubbu riyasah’ en la lengua árabe, esto, amigos míos, es el origen de todo mal, es la semilla de todas las enfermedades del corazón. Y esto, por desgracia, lo vemos muy presente hoy en día, y ciertamente las redes sociales y sus “like” contribuyen mucho a ello.

Lo vemos presente a muchos niveles, a todos los niveles me atrevería a decir. Lo vemos en el matrimonio, con esos maridos que intentan imponerse siempre, que lo hacen aún sin tener razón ni conocimiento, sin tener misericordia ni compasión, no ceden ni un ápice, porque… ¿cómo lo voy a hacer, cómo voy a estar equivocado, si yo soy el hombre y soy el líder?

Lo vemos también en las comunidades, gente que sin conocimiento ni discernimiento impone su opinión, pero que no lo hacen buscando mejorar, no lo hacen para que crezca la gente a su alrededor, sino que lo hacen por ese amor al reconocimiento, por ese querer demostrar que son alguien.

Lo vemos desgraciadamente también entre “la gente de conocimiento”, esa gente que da lecciones, que da grandilocuentes discursos desvelando la verdad única de la que solo él es conocedor… Pero que realmente lo hace para ser reconocido, para que se hable de él, para que se diga: “Masha’llah, qué bueno y cuanto conocimiento tiene el hermano fulano, ¿has visto cuántos “like” tienen sus publicaciones”.

Todo esto y mucho más, es parte de amar la posición y el prestigio, es parte de querer ser alguien y esto, como hemos dicho, es el origen de las enfermedades del corazón. El único remedio contra esto es la sinceridad, una sinceridad real, una sinceridad total, del por qué lo hacemos, e intentando complacer por quién hacemos las cosas. Esta es la cura contra el deseo de reconocimiento y posición, la única cura posible.

Y esta es, ciertamente, la segunda parte del verso de Ibn ‘Ashir que hemos mencionado previamente, “el rechazo de la vida que ha de venir”. Ya que si lo que buscas es reconocimiento, posición y prestigio entre la gente, eso es un signo de que en tu corazón no hay sinceridad, y por lo tanto no está saturado con el recuerdo de la vida que ha de venir.

¿Buscas una posición elevada entre la gente en Dunia? ¿Buscas el reconocimiento y prestigio entre la gente? ¿Buscas que la gente te recuerde y te ame? Está bien, hazlo, búscalo, eres libre de hacerlo, ya te he explicado lo que pasa si solamente buscas eso, pero si quieres hacerlo, adelante. No obstante, si esto es lo que quieres, entonces déjame darte un consejo, lee con atención y no te engañes a ti mismo, no caigas en el error de pensar que eso se consigue haciendo cosas para complacer a la gente, para tener contenta a la gente.

Todo lo contrario, busca complacer a Allah, solamente a Él; y entonces Él hará que seas amado y recordado por la gente, Él te dará posición y prestigio entre la gente, Él hará que tu memoria sea recordada, lo mismo que en estos días bendecidos recordamos a Sayyiduna Ibrahim que, por su deseo de complacer a Allah y su disposición a sacrificar a su amado hijo, Allah lo elevó por encima de la gente, Allah le dio posición y prestigio, y como dice Allah: Dejamos su memoria para la posteridad. Paz para Ibrahim. Así es como recompensamos a los que hacen el bien. Él fue uno de Nuestros siervos creyentes”.

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